El tiempo detenido en el reloj de tus labios,

y con cada segundo, con cada instante

la inquebrantable sed de eternidad

que me provocas.

Antes del adiós

He visto envejecer

esta ciudad

con los pasos de tantos desconocidos

que me rodean.

La arena de la playa es hoy

desierto baldío.

Por eso hay versos que no quiero

escribir

porque hablan de ella.

No, no hablan de la vejez,

cuchichean mi decrepitud,

desnudan mi final indignamente.

Mientras tú quedas ya tan lejos

de este tacto que no ha de regresar.

No debemos amar lo que hemos perdido...

Crees que me asustas con tus silencios
y no sabes que son las palabras
a las que temo...

Dime que sabes cómo salvar esta distancia 

y yo te revelaré el secreto de mis silencios