Había elegido las vías del tren para su voluntario encuentro con la dama de negro. Mientras la esperaba, recordó el juego de la infancia tantas veces visto en las películas, y se inclinó sobre el frío hierro para escucharla llegar, para reconocer el sonido de sus pasos.
Nunca nadie le dijo que los pies desnudos de la vida son tan silenciosos como los besos que entregamos en los sueños.
No lamentó arrepentirse. Seguir vivo podía ser una linda espera.
Ahora jugar a mantener el equilibrio se convertiría en una proeza.
Ahora tan sólo necesita seguir soñando con besos, desnudos de miedos, como los pies de la vida.