La mujer que
me roba los sueños
ha sido
declarada inocente
en el cielo
de mi infierno.
Esa mujer no
teme el encontronazo
de nuestros
labios
Y me habla de su falda
mientras
dobla su voz y su sudor
sobre mis
torpes manos.
Esa
mujer me pide que espere
Y aquí estoy
comiéndome las
prisas por dentro,
por verla
desnuda de ropas y mentiras.
La mujer que
me habló del paraíso
por el que ahora camino, hecho un adán,
me descubre que entre sus
calles de arco iris
su cuerpo es de
dirección única,
tal y como lo indican
sus senos.
Esta mujer
de la que os hablo
me pidió un día bucear entre sus muslos.
Le prometí
aguantar la respiración
hasta mi
otra muerte.
Y en esas
ando,
Esperando no
despertar.